21 de noviembre de 2010

Paternidad

La palabra latina ‘exclūsus’, que en castellano se traduce como ‘exclusivo’, i.e., «único, solo, excluyendo a cualquier otro», es el participio pasado del verbo latino ‘excludĕre’ que en castellano se dice ‘excluir’, i.e.,  «descartar, rechazar o negar la posibilidad de algo.» La exclusividad es la cualidad del exclusivo, es decir, «cada uno de los caracteres, naturales o adquiridos», que lo distinguen. De una palabra a otra hay una raíz común que divide el universo según dos principios: adentro y afuera. Hay lo que está dentro del ser, y hay lo que está fuera de ese ser. Nótese que he dicho ‘ese’. El adentro y el afuera que la exclusividad marca tiene como punto de partida el ser exclusivo, no cualquier ser. Hay una entidad que me saca de su ámbito de existencia. Esa acción le convierte en exclusivo y a mí en excluido, es decir, en una especie de extra-ser. Por su acción devengo ‘un-fuera-de’, un alĭquod, un algo, i.e., aquello que «no se quiere o no se puede nombrar», un indeterminado, un poco, un no completamente o del todo, un hasta cierto punto, es decir, un padre.

20 de noviembre de 2010

Paradoja idiomática

Televisión Española en su canal HD, transmite un programa visualmente estupendo. Su nombre tiene resonancias caníbales, pero en realidad se mueve entre el turismo culinario y el nacionalismo light: «Un país para comérselo». Los anfitriones son los famosos hermanos Alcántara de «Cuéntame cómo pasó», Juan Echanove e Imanol Arias. Ambos, subidos a una camioneta, visitan localidades de España y en ellas se encuentran con personajes peculiares, no buscando el lado amarillista tipo «Callejeros», sino el lado poético de esa peculiaridad. Esos personajes, por lo general, cocinan algo o hablan de algún manjar típico del lugar. Otros cantan o hacen de cronistas momentáneos. No obstante, la gran protagonista es la imagen. Conscientes de las posibilidades de la alta definición, los productores ofrecen a la mirada un verdadero banquete de paisajes, colores y texturas. Hay también mucho afecto. Las entrevistas, casi siempre breves, suelen ser sensibles. No se busca vender a través de la publicitación del drama personal, sino del gesto puntual, auténtico, como recién salido del corazón. Solo un aspecto deploro: la música. Por alguna razón que no logro comprender, esos mismos productores que llegan a dibujar un perfil tan bonito de la España rural, seleccionan como fondo y, sobre todo, como transición entre una sección y otra, música anglosajona. Nos muestran gente española como ninguna, nos muestran un paisaje espectacular acompañado de textos poéticos leídos magistralmente por Juan o por Imanol y, de pronto, sueltan un tema de Queen. He notado, no sin cierto asombro, que este no es un rasgo exclusivo de este programa. Hay en el mundo televisivo español una cierta inclinación por la música cantada en inglés. En la publicidad, por ejemplo, predomina el uso de canciones gringas, clásicas o no, para crear un cierto clima de intensidad emocional. Confieso que me cuesta entender que una cultura que se resiste a proyectar películas en su idioma original, y que se dedica con cierto denuedo a defender y practicar su lengua, guste tanto de musicalizar su vida con temas cantados en inglés. ¿A qué se deberá esta paradoja idiomática?

18 de noviembre de 2010

Zura

El licenciado Joan Perucho, barceloní como el que más, insinuó en su «Monstruari Fantastic» que en algún rincón de Catalunya todavía existe Zura, animal de proporciones extraordinarias originario de las ciudades inexistentes. Según Swami Panchadasi, catedrático de etnología en la Universidad de Nueva Dehli, estas ciudades respondían al nombre de Khavishnanda y por sus calles vagaba Zura devorando cuanto saliera a su paso. Desgraciadamente, Panchadasi murió en su domicilio, mientras revisaba un mapa de la mentada localidad. Justo al posar la mirada sobre el Gran Templo de las Tinieblas, casa donde Zura «se adormilaba lentamente en el vacío de su inexistencia, en la noche profunda y deshabitada de su no ser», surgió del papel una sustancia blanda y blanquecina, se apoderó de su cuerpo y lo deglutió. Indudablemente, fue Zura. Ya en nuestros tiempos, afirma Perucho y reafirma Josep Maria Pascual i Serres, Zura vaga por Salvaterra o por Gandeolas, pero de su presencia no se habla. Eso sí, nadie duda de que Zura está aquí, a la espera de cualquier cosa.

16 de noviembre de 2010

Dios es «un casi»

Hubo un tiempo en que ejercí el gusto por el análisis del discurso. Puesto que era una tarea ardua y mi talento era más bien reducido, ese gusto cambió. No obstante, algunos rezagos de ese mal intento de vez en cuando se revelan mientras leo un texto. Hoy revisaba El País y me detuve en una entrevista que le hicieran al líder de Esquerra Republicana de Catalunya, el Sr. Joan Puigcercós, nacido en el año 1966 en Ripoll. La entrevista estaba centrada en unas declaraciones espetadas por Puigcercós con las que, aparentemente, ofendió a mucha gente. Una de las cosas que dijo, refiriéndose a los impuestos, fue esta: «en Andalucía no paga ni Dios». El entrevistador, citando su frase, le interpela y le dice que esa afirmación es falsa, a lo cual el líder izquierdista, negando falsedades, responde de esta manera: «Si yo hubiese dicho que no paga nadie, puedo entender que la gente se enfadase. Fue una frase coloquial en un mitin. Ya se sabe qué y qué no quieres decir con esto. Claro que hay gente que paga.» ¿Qué tenemos aquí? En primer lugar, Puigcercós ubica en planos de sentido diferentes estas dos condiciones de inexistencia: «ni Dios» y «nadie». La primera, aunque pudiera pensarse como el grado sumo de la inexistencia, según Puigcercós no lo es. Ese grado lo ocupa la segunda. Dicho de otra manera, Puigcercós disminuye el sentido de Dios (Dios es un casi) arguyendo que su nombre fue usado en una circunstancia informal y distendida, adjetivos que atribuye a las reuniones donde el electorado escucha las propuestas de los candidatos a cargos públicos. Es decir, según él, en un mitin se puede decir cualquier cosa, no es un escenario de discursos calculados, producidos con fines específicos, sino un lugar donde se dicen cosas equivalentes a las que se dirían en una verdulería. Curiosamente, a pesar de su denegación especiosa, Puigcercós deja una puerta abierta a la interpretación que deja mal parado su argumento. Dice: « Ya se sabe qué y qué no quieres decir con esto.» Esto significa que un lerdo como yo puede abrir el diccionario e interpretar sus palabras con una acepción de la palabra «mitin» que no deja de resultarme certera: «Provocar, hablando intempestivamente, situaciones difíciles en una reunión.» Creo que Puigcercós lo logró.

11 de noviembre de 2010

Cumpleaños

Con una destreza envidiable, Wonder Woman pilotea su jet invisible. La acompaña Batman, quien tímidamente le sugiere ser más prudente: “Cogiste la curva un poquito cerrada, ¿no?”, le dice; y ella, irónica, le responde “Siento haberte asustado.” Luego, ambos guardan silencio. El trecho final de la ruta implica que se sumerjan un rato en las gélidas aguas del Ártico y así lo hacen. Al salir de nuevo a la superficie, se encuentran dentro de una enorme caverna helada, llamada «Fortress of Solitude», es decir, la Fortaleza de la Soledad; nombre que resume perfectamente la condición existencial de su dueño, el Sr. Superman. La amazona y el murciélago le visitan por su cumpleaños. Ella trae consigo una pequeña caja envuelta en papel de regalo, y mientras van al encuentro del hombre de acero, inician este diálogo. Primero Batman:
-¿Que le has comprado?
-No te diré nada. Él lo escuchará y se supone que es una sorpresa.
-Pues también puede oír lo que acabas de decir.
-¿Y tú?
-No es la persona más fácil el mundo para comprarle un regalo de cumpleaños. [Saca un sobre].
-¡Bruce!
-Efectivo. ¿Qué le compras a un hombre que lo tiene todo?
Esta respuesta me ha intrigado y, al mismo tiempo, me ha parecido más que perspicaz.  Cuando Batman dice “todo” y sin embargo decide regalarle dinero, ha optado por darle lo que menos tiene aquel que nunca puede mostrarse tal cual es: Clark Kent. Batman, cuyo signo definitorio es la astucia deductiva, parece razonar de esta suerte: “el hombre que lo tiene todo tiene una parte donde no puede tenerlo todo. A esa parte puedo regalarle lo que sé que sirve para tener todo: dinero”. Lamentablemente, la realidad era otra. Batman y su acompañante, extrañados de que el agasajado no haya salido a su encuentro, siguen caminando y se topan con una imagen aterradora: Superman «poseído» por una planta incrustada en su pecho, permanece de pie en estado comatoso. ¿Por qué está así? Pues porque esa planta le da lo que ni él ni nadie tiene: la posibilidad de vivir en sueños lo que en vigilia experimenta como un imposible; un poco como el Espejo de Erised, muy apreciado por Harry Potter, que no muestra el rostro sino lo que el corazón desea ver. En el caso del hombre que aparentemente lo tiene todo, la planta le permitía soñar con una familia, una casa, un planeta con gente de su especie, en fin, un lugar donde su extrema soledad no tiene lugar. Pero sus amigos tuvieron que despertarlo. Confieso que este ha sido uno de los episodios más tristes de la Liga de la Justicia; sobre todo el momento en que Superman se despide del hijo que nunca tuvo, copiosas lágrimas bajan por su rostro mientras le dice «prometo que nunca te olvidaré». Igualmente triste es el final, cuando abre el regalo que le ha traído Wonder Woman: una flor llamada Kriptón.

7 de noviembre de 2010

El budista

Estaba Kenkō sin nada mejor qué hacer, tomó su pincel, lo hundió en la tinta y escribió más o menos esto: 
No podemos confiar en nada. El tonto deposita su confianza en las cosas, y esto, a veces, le conduce a la rabia y a la amargura. Si tienes poder, no confíes en él; los hombres poderosos son los primeros en caer. Puedes tener muchas posesiones, pero no debes depender de ellas porque en cualquier momento las puedes perder. Si has aprendido algo, no confíes en lo que sabes; incluso Confucio, en su tiempo, y aun sabiendo lo que sabía, fue despreciado. Puedes ser virtuoso, pero no debes confiar en tus virtudes; incluso Yen Hui, discípulo de Confucio, fue desventurado. No debes confiar en la amabilidad de los demás, porque ciertamente habrá de cambiar. No confíes en las promesas. Es raro que las personas sean sinceras. Si no confías ni en ti ni en los otros, te alegrarás cuando las cosas vayan bien, pero no tendrás resentimiento alguno cuando vayan mal. Si no tienes nada delante de ti, ni detrás de ti, estarás libre de constricciones. El cielo y la tierra no tienen límites. ¿Por qué el hombre tendría que ser diferente?
Tengo una que otra objeción.

Papada

Desde pequeño, mi mundo místico ha sido del tipo judeo-cristiano, luego conocí el marxismo y mi misticismo se amplió, pero no mucho. Así que, básicamente, ese misticismo, al que le he dedicado muy poco tiempo pero que parece funcionar en mí automáticamente, ha estado poblado por las acciones misteriosas de una entidad que es una y al mismo tiempo es tres; que creó al ser humano para que creyera en ella y a la vez lo hizo capaz de no creer en  ella, incluso éste puede considerar que le dio vida a aquélla; y, lo más difícil de creer y, sobre todo, de comprender, que permitió que esa criatura le diera muerte para demostrarle que era inmortal e infinitamente misericordiosa (es decir, que no murió y luego le perdonó). Como entidad intermedia o que se ha plantado en forma de escollo entre mi laicismo y mi relación con la trascendencia, ha estado la iglesia católica conformada por dos entidades: los templos y los curas. Los primeros siempre me parecieron un desperdicio arquitectónico, demasiado solemnes y demasiado fúnebres que procuro no visitar, a menos que sea por disposición turística. Los segundos siempre me parecieron unas entidades contra-natura, envanecidas por virtudes auto-atribuidas y, por eso, dignas de toda mi suspicacia. La figura máxima, dentro del grupo de los curas, como casi todos saben, es el papa; figura que cree ser el vicario de Cristo. Para los que no tengan claro el significado de la palabra «vicario», he aquí su definición: «Que tiene las veces, poder y facultades de otra persona o la sustituye.» Evidentemente, se trata de un rol especioso o, para no ofender, metafórico. Puede que el papa tenga las veces del Cristo discursivo y proselitista, pero si el papa-móvil llega a fallarle y sufre un atentado mortal dudo que al tercer día resucite. Si sus seguidores creyeran seriamente que el papa tiene el poder y las facultades de Cristo no se movilizaran para verle en un sitio específico, porque tendrían como cosa cierta que el papa es ubicuo y que se lo pueden encontrar en Las Ramblas mientras está oficiando una misa en el Vaticano y conversando en Tegucigalpa sobre el futuro de la iglesia en América Latina. Más aún si creyeran en el dogma topográfico del catolicismo, es decir, en el Cielo, combinado con el dogma de la inmortalidad del alma, la guardia suiza sería innecesaria. Pero, como no lo creen, allí donde va el papa lo protegen contra la muerte. Eso de «dejad que se acerquen a mí», no es cosa papal. Si el papa ha de estar en un lugar, hay una movilización enorme de dispositivos de seguridad máxima. Para él no es suficiente la protección que brinda Dios Todopoderoso, hace falta la policía y el aislamiento. Anoche, por ejemplo, quería llegar al Portal de l’Angel desde la Plaça de Sant Jaume por el Carrer del Bisbe. No se pudo. Intenté por Sant Honorat; tampoco. Tuve que dar un rodeo por Portaferrissa hasta Cucurulla porque mi desplazamiento, que suponía pasar cerca del lugar donde se alojaba el papa, era considerado una amenaza potencial. Entonces los Mossos d’Esquadra acordonaron el área. Paradojas de la vida, ser al mismo tiempo un sudaca pacifista y estudiante a quien sólo se le permite estar 12 meses en España y, al mismo tiempo, mientras compra unas medias invernales, ser sin querer un peligro para el bienestar del representante de un Dios.